El aeropuerto de Barcelona corre el riesgo de "morir de éxito"
En las últimas semanas, la ampliación de la Terminal T1 del Aeropuerto de Barcelona ha acaparado titulares. A pesar de contar con un considerable presupuesto, este proyecto está lejos de solventar los graves problemas de congestión a los que se enfrenta El Prat.
El Aeropuerto de Barcelona se encuentra en plena expansión de demanda. Cada vez más aerolíneas americanas y asiáticas buscan operar en la ciudad condal, relegando incluso a las compañías europeas. No obstante, los problemas estructurales del aeropuerto son evidentes: la falta de capacidad en las pistas de aterrizaje y la escasez de plataformas para estacionar las aeronaves tras su llegada.
En el marco del Plan DORA (Documento de Regulación Aeroportuaria), que contempla la expansión del aeropuerto, se plantearon dos grandes actuaciones: la extensión de la pista del mar en 500 metros y la construcción de una terminal satélite para la T1. De estas dos obras colosales, solo la terminal satélite podría ejecutarse sin generar grandes impactos medioambientales, ya que se ubicaría en terrenos ya disponibles dentro del aeropuerto, cerca de la torre de control.
La ampliación de un aeropuerto de estas dimensiones es un reto logístico y financiero para cualquier operador. No solo requiere una planificación meticulosa, sino también previsión a largo plazo. Los aeropuertos más importantes del mundo se rigen por un Plan Maestro, que establece claramente las fases de expansión y sus plazos de ejecución, asegurando que el crecimiento no colapse sus operaciones. El objetivo es que las instalaciones se adapten al ritmo de la demanda, sin comprometer la calidad del servicio.
Lamentablemente, en el caso del Aeropuerto de Barcelona, este Plan Maestro ha sido interrumpido. La presión de diversos sectores sociales y políticos ha puesto trabas al desarrollo estratégico, dificultando la necesaria ampliación. Como consecuencia, el aeropuerto se encuentra en una situación crítica. Antes de la pandemia, Barcelona estaba a punto de alcanzar un hito histórico: procesar entre 45 y 50 millones de pasajeros anuales. En un contexto más eficiente, este récord habría disparado automáticamente los mecanismos para iniciar la expansión. Sin embargo, en lugar de avanzar, surgieron voces contrarias que paralizaron cualquier intento de modernización.
El periodo de la pandemia ofrecía una oportunidad de oro para ejecutar las obras necesarias sin afectar significativamente el tráfico aéreo. Sin embargo, AENA, la entidad gestora de los aeropuertos en España, optó por cancelar cualquier inversión en este sentido, incluso la construcción de la terminal satélite que podría haber aliviado los problemas de espacio y capacidad.
La remodelación actual de la Terminal T1 parece ser más un ejercicio de maquillaje que una solución real. Se trata de mejoras estéticas y funcionales orientadas a los pasajeros, pero que enmascaran el verdadero problema: la incapacidad del aeropuerto para atender a nuevas aerolíneas debido a la falta de infraestructura para recibir más aviones.
Aunque la ampliación de la pista del mar podría haber generado un debate social, AENA habría podido, al menos, avanzar en la construcción de la terminal satélite. Al estar la misma situada en terrenos ya disponibles dentro del aeropuerto, habría sido una obra menos conflictiva y su finalización habría permitido aumentar la capacidad operativa tanto para aeronaves como para pasajeros. Una vez resuelto el asunto de la pista, estas nuevas instalaciones podrían optimizar aún más el servicio ofrecido.
Cuatro años después del inicio de la pandemia, el Aeropuerto de Barcelona ha recuperado su tráfico anterior, pero sigue sin disponer de una solución clara para afrontar la creciente demanda en los próximos años. Si no se toman medidas urgentes, el aeropuerto corre el serio riesgo de "morir de éxito", algo que Barcelona no se puede permitir. Una vez que se pierde el valor añadido de una infraestructura tan crítica, su recuperación es prácticamente imposible.
En el pasado, han sido factores externos los que han afectado al desarrollo del aeropuerto. Pero en esta ocasión, la responsabilidad recae sobre nosotros.