El Triángulo de las Bermudas de la Educación catalana
El conocido triángulo de las Bermudas es una zona donde los barcos o los aviones se desorientan y se pierden. Usando el símil, diremos que la Educación en Cataluña se desorienta completamente entre los tres vértices del triángulo que forman tres elementos disruptivos que la hacen extraviarse y perder el norte: el uso de las tecnologías, el currículo ligado a una metodología impuesta y la deficiente orientación escolar que produce sobrecualificación en el mundo laboral.
Tecnología en las aulas
Con la aparición del boom tecnológico se señaló a la escuela como una institución "carca" que tenía que evolucionar. Para rebatir esta acusación, los poderes políticos educativos invirtieron mucho dinero (quién sabe si con beneficios propios) en equipar los centros con redes wifi, ordenadores, pantallas digitales, tabletas... y presionaron a los docentes para que las utilizaran. También colaboraron las Asociaciones de familias vinculadas a los centros que no querían que sus hijos e hijas "perdieran el tren de la nueva era digital".
Los equipos directivos hicieron grandes esfuerzos para adaptar horarios y facilitar formaciones para intentar "modernizar la escuela". Pero por muchos esfuerzos que se hicieran, los centros y sus docentes, en su inmensa mayoría, quedaban atrasados de un año para otro. El tiempo y el dinero perdidos en esta carrera no se podrán recuperar nunca más. La desorientación y la inseguridad de los docentes, en especial los más veteranos, provocaron muchas situaciones caóticas que pagaron los propios alumnos.
El nuevo currículo y "la innovación pedagógica"
Ligado al lío que provocó la irrupción digital vino el nuevo currículo (¡uno más!) y sobre todo la innovación pedagógica "competencial".
Esta innovación vino de la mano de la simbiosis del Departamento de Educación (evidentemente entidad pública) con la Fundación Bofill (entidad privada).
La fundación privada Jaume Bofill se creó en 1969 pero fue en los años de Gobiernos Convergentes, Post Convergentes y Republicanos (recibiendo jugosas subvenciones) cuando tuvieron un gran poder sobre las decisiones en Educación en Cataluña. La Fundación Jaume Bofill, expertos en marketing y con fuertes vínculos políticos, han estado dirigiendo el discurso pedagógico catalán y por tanto las políticas educativas públicas. Veremos si con el nuevo Gobierno socialista continúa su influencia.
La Fundación fue la impulsora del proyecto “Escola Nova 21", un modelo que quería superar, según ellos, un modelo considerado memorístico, pasivo y pasado de moda. Muchos centros fueron conejillos de indias de este proyecto y muchos otros se miraron en su espejo para copiarlos. Pero a pesar de los esfuerzos destinados, el dinero gastado y la publicidad omnipresente del proyecto, el Consejo Superior de Evaluación de Cataluña concluyó que todo el programa no sirvió para mejorar los resultados académicos. Y ya se ha visto cómo vamos con su guía y consejos en los últimos resultados de las evaluaciones PISA.
En Cataluña, ya desde los años 20 del siglo pasado nos hemos dado aires de innovadores en Educación y es por eso que se suelen llevar los cambios hasta extremos insoportables. Prueba de ello es el nuevo currículo que se ha impuesto sin formación a los docentes ni ningún tipo de debate serio y en medio del curso escolar. La desorientación entre quienes lo tienen que aplicar (los y las maestras y los profesores y profesoras) es del todo evidente. ¿Cómo se permite este desmadre?
Entre las "matemáticas socioemocionales con perspectiva de género" y el enrevesado sistema de dimensiones, competencias clave, competencias específicas, saberes, etc... ¡No hay quien sepa realmente qué demonios se tiene que enseñar! Y los docentes se pasan sus horas no lectivas rellenando cuadrículas de evaluación y comprobando que no se dejen ninguna de las mil y una competencias que tienen asignadas a sus programaciones en desplegables infernales.
La sobrecualificación
En un estudio reciente se ha comprobado que el 35% de los trabajadores de España está sobrecualificado para el ejercicio de su trabajo. Es decir, tienen más estudios de los que necesitarían para trabajar donde trabajan. Aquí hay un grave desequilibrio entre lo que estudian nuestros jóvenes y el mundo laboral.
Cada curso escolar salen de las Universidades hornadas de licenciados en diferentes carreras y conocimientos que nunca podrán aplicar en su vida profesional. Vemos biólogos, periodistas, publicistas, abogados, psicólogos, historiadores... que nunca podrán ejercer. No hay demanda de sus conocimientos y acaban trabajando en lo que pueden. Triste pero real. Esto puede desactivar y desmotivar talentos.
Hace falta una buena orientación escolar, eficiente y reparadora. Hace falta ajustar y promover una formación profesional de calidad, ligada al mundo laboral real y existente en cada territorio. Hay que recuperar el equilibrio entre la oferta y la demanda laboral y abrir vías públicas (e incentivar a las privadas) para dar empleo de calidad a todo el maremágnum de licenciados sin trabajo. Porque si no, uno puede pensar que no vale la pena estudiar ni aprender ni el sacrificio que conlleva.
¿Es que los poderes nos quieren “burros” para hacer con nosotros lo que quieran?