La reducción de la jornada laboral a 37,5 horas semanales hunde aún más al comercio tradicional y a la pequeña empresa

¿Podrán aguantar el comercio y los pequeños negocios mucho tiempo?

En mi ciudad no se habla de otro tema por los comercios, mercados, peluquerías o empresas: ¿va a quedar alguna tienda/negocio “de toda la vida” abierta tras la reducción de la jornada laboral? Y la respuesta que estoy recibiendo es un no rotundo. Es decir, el pequeño comercio, la botiga de toda la vida, va a acabar cerrando porque los costes estructurales y de personal son inaguantables. Y los autónomos que aún contratan a alguien van a dejar de hacerlo porque los márgenes no dan para más, sobre todo si se comparan con las subidas de los costes directos y los impuestos.

Según el acuerdo adoptado por el Consejo de ministros de España presentado por la ministra comunista de Sumar, Yolanda Díaz, y que solo cuenta con el apoyo, al menos por el momento, de los ministros socialistas, los trabajadores españoles deben trabajar 2,5 horas menos a la semana para garantizar su “salud”, bienestar y no se sabe cuántas maravillas más. Pero, no se olviden, cobrando como si hicieran 40 horas para que los bolsillos de los trabajadores no se resientan. Bonito y justo pero absurdo cuando quien debe pagar “el regalo” son los empresarios contratantes.

Al parecer esta medida cuenta con el apoyo unánime de la izquierda (incluida una efusiva ERC que ha salido a aplaudir corriendo como si esta medida fuera el bálsamo de fierabrás) y las centrales sindicales subvencionadas de rigor: CCOO y UGT, ¡faltaría más! Los gamberos, como dice de ellos mucha gente. Peor opinión tienen los pocos pequeños empresarios que aguantan el negocio familiar de toda la vida porque se les priva de la posibilidad de contratar a nuevo personal que les ayude, con esas condiciones. Como máximo, indican, trabajando por horas. Y pocas, no vayan a tener problemas.

Todo eso hace pensar a los propietarios de negocios familiares y a los de pequeños negocios del centro y los barrios de Granollers, que está medida aprobada por Socialistas, Sumar, ERC y que parece va a tener el apoyo de Junts x Puigdemont, lo único que va a conseguir es destrozar el tejido que queda de las botigas y pequeños negocios catalanes y favorecer a las cadenas y grandes empresas con enormes plantillas, rotando sin cesar, y con elevados márgenes.

Y no les falta razón. Todos los interlocutores con los que hemos contactado demuestran su desesperanza en la continuidad, a medio plazo, de sus negocios por perdida de rentabilidad y de beneficios. Incluso uno de ellos, obviamente manteniendo el anonimato porque “en Granollers nos conocemos todos” se muestra realmente enfadado “con los que nos deberían cuidarnos, como Junts, porque aprueban una Ley que va a destrozar a los que, tradicionalmente, les votamos, si es que finalmente la aprueban”. Incomprensible, pero como apostilla él: “no entiendo a esta derecha que vota políticas de izquierda para destrozar el tejido comercial de Catalunya”.

En cualquier caso, mala papeleta tiene Puigdemont que tras forzar ciertos pactos a los socialistas y demandas en busca de mejoras individuales o de su partido, se han quedado sin hacer ruido y dando la impresión de que aceptan el dictamen del Consejo de ministros en ese eterno “quid pro quo” en el que se ha convertido el juego entre socialistas y Puigdemonistas.

Ciertamente, la realidad es que esta nueva modificación del número de horas semanales (en 2,5 horas/semana) no hace especial daño a las grandes empresas de producción o servicios que pueden jugar con el volumen de sus producciones y repercutir ese sobrecoste en las ventas, si no a las pequeñas empresas, comercios y autónomos. Como todos sabemos Catalunya, y Granollers en concreto, se basan en un tejido de comercios y empresas de pequeño o mediano tamaño. Y, como me decía hoy mismo una peluquera de un barrio humilde de mi ciudad con una trabajadora a su cargo: “Si pierdo media hora de producción al día porque debe salir antes mi colaboradora, lo que pierdo realmente es un servicio diario, o 20 como mínimo al mes. Y ese ingreso, ese importe, es el dinero con el que pago el alquiler. ¿Qué hago ahora?”

Esa es la gran pregunta: ¿Qué van a hacer nuestras pymes? Dejar o disminuir la contratación es una de las soluciones para no perder dinero. La otra es cerrar el negocio. ¿De verdad que este es un gobierno de izquierdas que se preocupa por la gente?

Porque no me negarán que no estamos hablando de corporaciones, comercios o industrias multitudinarias, si no que hablamos de la peluquería, la tienda del pan, la frutera, el pequeño comestible, el que repara bicis, coches o motos, o la tienda de ropa de toda la vida de su barrio o del centro, a la que usted se dirige con su nombre de pila.

El mundo al revés.