Antonio de Capmany, el catalán que promovió colocar una placa en cada pueblo de España conmemorando la Constitución de 1812
Antonio de Capmany Surís de Montpalau, nació en Barcelona el 24 de noviembre de 1742, fue historiador, militar, filólogo, economista y político. Estudió gramática, lógica y humanidades en el Seminario Tridentino. Después ingresó de cadete en el regimiento de dragones de Mérida. Con el grado de subteniente del regimiento de tropas ligeras de Cataluña, participó en la campaña de Portugal en 1762. Fue miembro de la Real Academia de la Historia de Madrid en 1776, siendo nombrado secretario perpetuo en 1790. Fue nombrado también editor de los tratados de paz de los reinados de Felipe V, Fernando VI, Carlos III y Carlos IV, que se publicaron en 1812. Miembro de la Academia de Buenas Letras de Barcelona. Autor de multitud de libros sobre filología e historia de Barcelona, destacando las Memorias históricas sobre la marina, comercio y artes de la antigua ciudad de Barcelona (1779-92), fundamentales para los intelectuales del movimiento político y cultural que se da en Cataluña, a mediados del siglos XIX, que se conoce como Renaixença.
En 1808, al empezar la Guerra de la Independencia, publicó El Centinela contra los franceses, libro hispanista que pedía el levantamiento contra los franceses, que consideraba la anti-España. Entre otras cosas afirmaba que… “Debíamos temer que el plan de despotismo que va extendiendo el astuto Bonaparte por la Europa, después de haberle probado bien Francia, vendría a planificarlo en España. A esto llama él regenerar, es decir, civilizar a su manera las naciones, hasta que pierdan su antiguo carácter y la memoria de su libertad. Igualarlo todo, uniformarlo, simplificarlo, organizarlo, son palabras muy lisonjeras para los teóricos, y aún más para los tiranos. Cuando todo está raso y sólido, y todas las partes se confunden en una masa homogénea, es más expedido el gobierno, porque es más expedita la obediencia. [...] En Francia, pues, no hay provincias, ni naciones; no hay Provenza, ni provenzales; Normandía, ni normandos; se borraron del mapa sus territorios, y hasta sus nombres. Como ovejas, que no tienen nombre individual, sino la marca común del dueño, les tiene señalados unos terrenos acotados, ya por riberas, ya por ríos, ya por sierra, con el nombre de departamentos, como si dijéramos dehesas, y estos divididos en distritos, como si dijéramos majadas. Allí no hay patria señalada para los franceses, porque ni tiene nombre la tierra que los vio nacer, ni la del padre que los engendró, ni la de la madre que los parió: los montes y los ríos les dan la denominación como a las plantas y frutos de la tierra. Nacen y se crían en el campo, y mueren en el campo de batalla. Todos se llaman franceses, al montón, como quien dice carneros [...] ¿Qué sería ya de los Españoles, si no hubiera habido Aragoneses, Valencianos, Murcianos, Andaluces, Asturianos, Gallegos, Extremeños, Catalanes, Castellanos, etc.…? Cada uno de estos nombres inflama y envanece, y de estas pequeñas naciones se compone la masa de la gran Nación, que no conocía nuestro sabio conquistador, a pesar de tener sobre el bufete abierto el mapa de España a todas horas”.
Se refugió en Cádiz donde dirigió la Gaceta de la Regencia de España e Indias. Más tarde fue diputado en las cortes de Cádiz y encargado de la Gaceta del Gobierno. Fue elegido diputado por el Principado de Cataluña. Liberal moderado, perteneció a la comisión que debía elaborar el Proyecto de Constitución y, junto a Agustín Arguelles y Jaume Creus. También perteneció a la comisión de once diputados encargada de elaborar el proyecto de libertad de imprenta, que defendió con gran entusiasmo, y la comisión de doce diputados encargada de elaborar el reglamento interior de las Cortes.
A Capmany se le debe la iniciativa de que en la plaza principal de todos los pueblos de España se colocara una lápida conmemorando la promulgación de la Constitución. Campmany, y los otros diputados catalanes en las Cortes de Cádiz, mantuvieron una gran fidelidad a Cataluña y se enfrentó con diputados que querían dividir Cataluña como en Muñoz Torrero o Arguelles. La defensa del particularismo catalán junto a una creencia con la Hispanidad llevó a Campany a proponer que el día 2 de Mayo se celebrara como el día de la Conmemoración de los primeros mártires de la libertad española en Madrid. Hizo una enconada defensa de la nación catalana en su discurso de 1782 en la Academia de las Buenas Letras de Barcelona.
En él dijo… “La nación catalana en todas las edades ilustres, bajo todas las dominaciones gloriosa, en todos los climas vencedora, y en todas las revoluciones antiguas de la Europa, famosa; incontrastable por mar, formidable por tierra; sabía cuándo sus estudios eran los de la razón, y no los de una escuela; poderosa cuando sus riquezas estaban aseguradas en la economía y austeridad, y no en la opulencia pasajera de un lujo fallado; una nación, en fin, llena de gloria cuando decía y obraba cosas grandes, nunca puede sino ganar mucho en la publicación de su propia historia. La memoria de nuestra antigua grandeza, de nuestras instituciones políticas y literarias y de nuestra prosperidad pública, debe sernos muy dulce y halagüeña para pasarla a la posteridad y para ralentizar con este ejemplo los espíritus patrióticos que las sabias máximas del actual Reynado han hecho renacer entre nosotros”.
En su discurso en la Academia de la Historia afirmó que… “La nación española la ilustre, la famosa que en todas las revoluciones del mundo, con una historia inmensa y gloriosa que transcurre desde la primera expedición de los fenicios a nuestras costas, hasta la última de los bretones en Cuba”.
Antonio de Capmany falleció en Cádiz el 14 de noviembre de 1813. Las cenizas de Antonio de Capmany volvieron solemnemente a Barcelona, desde Cádiz, en 1857. Su retrato inauguró la Galería de Catalanes Ilustres en 1871. A día de hoy se desconoce dónde se depositaron sus cenizas.