Sara Jordà y Dolors Bertí, dos mujeres figuerenses fusiladas por la República

Dos heroínas de Figueras fusiladas en la guerra civil

La ciudad de Figueras estuvo alejada del frente hasta los últimos día de la guerra civil, durante la retirada de las tropas republicanas. La ciudad, entre enero y febrero de 1939, fue bombardeada en 18 ocasiones en 13 días. El primer bombardeo tuvo lugar el 23 de enero del 39 y el último el 7 de febrero. Esto supuso la muerte de unas 400 personas y más de mil heridos. Los bombardeos finalizaron cuando, según un parte del bando nacional dado a conocer el 10 de febrero de 1939, “nuestras fuerzas han alcanzado victoriosamente, en el día de hoy, todos los pasos de la frontera francesa desde Puigcerdà hasta Portbou. La guerra en Cataluña ha terminado”.

A pesar de estar alejado el frente de la ciudad de Figueras, esto no significó que la represión en la retaguardia dejara de existir. Todo lo contrario. Se tiene contabilizadas 27 personas asesinadas sólo en la ciudad. La mayoría de ellos en el castillo de San Fernando. De aquellas personas represaliadas queremos destacar a Sara Jordá y Dolores Berti.

Sara Jordá Guanter, nacida en Figueras el 13 de febrero de 1895, se dedicó a una admirable actividad caritativa dentro del llamado Socorro Blanco. Su padre, Tomás Jordá de Genover fue alcalde de Figueras entre los años 1904 a 1905. Estaba casada con José Tutau Estruch, que era nieto del ministro de Hacienda de la I República Juan Tutau Vergés. Desde los centros oficiales de Gerona, donde Sara Jordá se infiltró, ayudó a obtener permisos, pasaportes, impresos oficiales, sellos de goma, firmas y dinero que evitaron que muchas personas fueran perseguidas. Organizó expediciones para pasar clandestinamente gente a Francia.

Sara Jordà Guanter, Figueres.

Fue descubierta, detenida y fusilada en el castillo de Montjuic el 11 de agosto de 1938. La condenó el Tribunal de Alta Traición con el visto bueno del presidente de la Generalitat de Cataluña Lluís Companys. Su hija pidió que se la indultara. Companys, ante esa demanda, exclamó que “para los traidores, no hay piedad”. Aquel mismo día, en los fosos de Santa Elena de Montjuic se fusiló a 64 personas, 7 mujeres y 57 hombres. De 1939 a 1979 la Rambla de Figueras llevó su nombre. A partir de esa fecha volvió a llamarse La Rambla, olvidándose su nombre.

Dolores Berti era una chica de familia humilde, católica, y natural de Figueras. Su familia, durante la guerra civil, protegió en su casa a mosén Luis de Maciá Llavanera. Desconocemos si por una delación o por pura casualidad una patrulla de control anarquista fue a casa de los Berti. Dolores Berti, con arrojo y gallardía, cerró la puerta a los patrulleros para que no pudieran detener al sacerdote allí escondido.

Aquella reacción de la joven hizo suponer a los patrulleros que algo pasaba en esa casa. La caza de aquel día tendría sus frutos. Amenazaron con derribar la puerta si no la abrían y los dejaban entrar. La familia Berti accedió a abrir la puerta ante las amenazas de los patrulleros.

Ya, con la puerta abierta, Dolores Bertí fue lanzada escalera abajo por los miembros de la patrulla de control. Quedó maltrecha y casi no se podía mover. Esto no les importó. Sería una víctima más de las muchas que ya habían asesinado. La detuvieron y se la llevaron de allí. La subieron a un coche “fantasma” y cuando llegaron a Vilafreser -partido jurisdiccional de Villademuls (Pla de l’Estany)- la hicieron bajar del coche y la asesinaron en medio del camino. No sin antes insultarla y vejarla. Desconocemos la fecha de su muerte, pero si la de mosén Luis de Maciá Llavanera, asesinado en el Castillo de San Fernando de Figueras el 27 de agosto de 1936.

Dolores Berti es una de las víctimas olvidadas de la guerra civil española. Su nombre no aparece en ningún listado. Nunca existió su muerte y no quedó reflejada en ningún registro. Nadie la reclamó. Debemos suponer que murió a finales de agosto de 1936, pero es solo una suposición. Tampoco sabemos nada de sus padres. Si la detuvieron a ella, también es lógico que a ellos les pasara lo mismo. El caso de la familia Berti, por desgracia, no es único. Muchas personas, y no sólo de la retaguardia catalana, nunca fueron reclamadas o inscritas. Quizás por miedo o al desaparecer todos sus familiares directos.