Laura no está, Laura se fue
Hemos conocido en estos días la sentencia del Tribunal Supremo (TS) que confirma la condena que el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (TSJCat) impuso, en marzo de 2023, a Laura Borràs por hechos cometidos en su mandato como directora de la Institució de les Lletres Catalanes entre 2013 y 2018. De hecho, lo movido de su curriculum político-profesional desde el inicio de la investigación judicial, pasando de Consellera de Cultura del Govern de Catalunya presidido por Quim Torra a diputada en el Congreso, y de Madrid de nuevo a Barcelona como diputada autonómica, llegando a ser Presidenta del Parlament, ha hecho viajar casi tanto a su expediente como a ella misma. Hoy, sin embargo, Laura no está, como dice la canción, porque hace tiempo que se fue. Aunque no duden de que la volveremos a tener hasta en la sopa. Y pronto.
Según la sentencia definitiva, Borrás fraccionó contratos por cuya cuantía debía procederse a una licitación pública en régimen de competitividad convirtiéndolos en múltiples contratos de cuantía menor que sí podían adjudicarse sin esa publicidad competitiva, resultando que todos fueron asignados a un mismo adjudicatario. Para ello incluso se manipuló documentación administrativa que simulara la existencia de otros dos posibles interesados en la adjudicación de estos contratos, con lo que a la prevaricación se le une la falsedad documental, y de ahí una pena total de cuatro años y medio de prisión y trece de inhabilitación para cargo público. Y Laura se fue.
Pero Borrràs no se fue voluntariamente del cargo de Presidenta del Parlament, sino que tuvo que ser apartada del cargo, mediante la decisión de suspenderla de sus funciones como diputada en la cámara catalana con los votos de ERC, PSC y CUP, recordemos, allá por julio de 2022, en toda una prueba de fuego para el entonces President de la Generalitat, Pere Aragonés, que aseguraba que la decisión no comprometía el pacto de gobierno de ERC y Junts. Laura se fue, sin embargo, solo tres meses antes de que Junts decidiera salir del gobierno catalán. Si la primera calificó de “hipócritas” a socialistas, cupaires y republicanos al tener que marcharse cuando no quería hacerlo, todo su partido terminó llamando botiflers a los que se quedaban en el Govern, nada menos, cuando fueron ellos los que provocaban que ERC tuviera necesariamente que volver la vista hacia el PSC en busca de ayuda.
La sentencia del TS ha sido, no lo duden, un bálsamo para Junts, que encuentra de nuevo, casi al límite ya de su posición de reivindicación permanente frente a Madrid, un nuevo clavo al que agarrarse después de que el catalán como lengua oficial en la UE sea ya más que una quimera, que la cuestión de confianza exigida a Sánchez se haya descafeinado hasta convertirse en un escaso aguachirri de trago fácil, o que, como mucho, vayamos a ver a los Mossos d’Esquadra departiendo amigablemente en los puestos fronterizos españoles en Cataluña con sus compañeros de la Policía Nacional sin, posiblemente, moverles una silla. Y si no ha sido un bálsamo medicinal, será algo más: gasolina para el motor de Junts, que empezaba a gripar en la cuesta arriba.
Junts acaba de encontrar una nueva mártir con la que procesionar ante los fieles del independentismo irredento. Porque Laura se fue y Laura no está, pero no dejemos de creer que Laura ha resucitado…
Desde las filas de Junts ya intentaron en su día colar a Borràs entre los candidatos a la amnistía, y se encontraron con la oposición de un sector del propio independentismo catalán contrario a que una causa común de corrupción como la de Borràs empañara el paisaje de una amnistía exclusivamente fabricada para delitos “políticos”, aunque realmente no lo sean. Era obvio que no podían manchar el historial de los héroes de la independencia con la mugre rateril de una simple corrupta, hoy ya ni siquiera presunta al constar pronunciamiento firme. Es más: no fue otro sino el mismísimo Puigdemont el que claudicó asumiendo que hechos como los declarados ya como ciertos y probados de Laura Borràs fueran excluidos en el texto legal de la amnistía de su objeto de aplicación. No en vano precisamente ni el Fiscal ahora, que para algunas cosas ya sabemos de quién depende, ni el propio TS han considerado la petición de la convicta de ser incluida en los efectos del perdón absoluto que supone la amnistía tal como está legislada.
Así las cosas, si Laura no está no es por un TS facha en manos de esa Toga Nostra denunciada desde Waterloo por Carles Puigdemont, sino por la propia voluntad del prófugo en Bélgica de abandonarla a su suerte, porque deberíamos recordar que sí peleó cuando quiso hacerlo en las negociaciones con ERC y con el Gobierno de Sánchez para sacar adelante la ley de amnistía ampliándola en un párrafo muy concreto: a quienes “hubieran prestado asistencia, colaboración, asesoramiento de cualquier tipo, representación, protección o seguridad” a los autores principales de los hechos que con esa norma se pretende que nunca han sucedido. Y es que con esa referencia específica, Puigdemont conseguía impunidad para otros colaboradores, como su jefe de gabinete, Josep Lluís Alay, el mosso Lluís Escolà, que fue su escolta en Bruselas, o Miquel Buch, gestor de la contratación de ese irregular e ilegal servicio de escolta. Sin embargo, Borràs fue abandonada entonces por Puigdemont, no sin las presiones de ERC o la CUP y, por supuesto, del PSC.
Resulta por ello chocante escuchar ahora a Junts y al propio Puigdemont clamar por la amnistía que debe aplicarse a una Borràs a la que decidieron apartar a un lado en una negociación política donde se impusieron los sacrificios personales basados, precisamente, en algo que el independentismo no podía aceptar en ese momento: mancharse con la duda de estar delincuentes vulgares cuando pretendía construir altares a los que elevar inmaculados paladines de la nostra llibertat. Como si todo el montaje no hubiera sido realmente una gran corruptela.
Pero por eso precisamente les digo que vamos a tener Laura Borràs hasta en la sopa. Porque Junts no va a dejar pasar esta oportunidad para alargar hasta el infinito y más allá el constante órdago al que viene sometiendo al Gobierno de España, que ya es solo de Sánchez y poco más. Ahora toca Laura, y todos lo sabemos: y si no es amnistía, pues será indulto, aunque la propia interesada haya manifestado que nunca se arrastraría pidiendo por su perdón.
La pregunta es ya solo hasta dónde se bajará los pantalones una vez más Moncloa. Porque Sánchez tiene una posibilidad, podríamos decir, razonable, dado que el TSJCat, en su día, por una sencilla cuestión jurídica de métrica penal, estimó que el delito continuado de falsedad junto con la prevaricación, teniendo en cuenta que no había habido malversación de fondos públicos, acumulaba una pena de prisión excesiva -los cuatro años, seis meses y un día impuestos-, por lo que proponía al Gobierno que indultara parcialmente a Borràs hasta el límite de los dos años de privación de libertad, lo que le evitaría, en principio en la cárcel, manteniendo vigentes los trece años de inhabilitación. Claro que los pantalones podrían llegar hasta los tobillos si el Gobierno, dueño de los indultos, pero no de las amnistías, que solo aplican los jueces, y con la negativa que ya consta del TS para Borràs, podría dejar el casillero de la pena de prisión en blanco, lo que, en cualquier caso, nunca borraría el delito ni el resto de condenas (inhabilitación y costas).
Así es que Sánchez volverá en las próximas semanas a sufrir el embate de los siete de Junts, y aun incluso de los de ERC, en el Congreso. Porque Laura Borràs es el nuevo tótem del independentismo frente a España. Y no importará que recordemos cómo la abandonaron antes para hacer de ella ahora una hija pródiga que, total, solo falseó unos papelitos para adjudicar contratos a un amiguete. Una minucia al lado de los millones que nos ha costado el procés y que, por lo visto, nunca pagarán quienes lo provocaron. Y con Sánchez todos a pasar las de Caín una vez más, con sorpresas curiosas como la de que ERC permita con su voto de abstención que salga adelante la iniciativa del PP en el Congreso por mantener abiertas las centrales nucleares, y todo con tal de tocarle las narices al Gobierno.
Laura se fue. Pero no se preocupen, que ya viene de vuelta. Y todo apunta a que trae bolso nuevo.