Lo dice la ministra: Trabajar es malísimo

“Soy currante y tiro “p’alante, lo que como me lo gano con el lomo”

Es una lata el trabajar. Todos los días te tienes que levantar”

(Estribillo de una canción de Luis Aguilé)

Gracias os damos, querida Yolanda Díaz, por haber comprendido qué es lo que mejorará nuestras condiciones de vida y qué es lo que procede hacer, o mejor dicho no hacer, para que nuestro planeta no sufra más cambios climáticos.

Y una vez realizado el diagnóstico, manos a la obra: reduzcamos la jornada laboral en dos horas y media semanales. ¡Qué bien! Como nos explica ella, mejoraremos nuestra calidad de vida, porque claro, “es una lata el trabajar”.  Y, además ayudaremos al planeta, porque produciremos menos y nos ahorraremos desplazamientos. Porque no hay como quedarse encerraditos en casa para evitar el cambio climático.

Venga Sra. Díaz, sea valiente y atrévase a no dejar a medias su revolución: cambie el nombre de su ministerio por el de Notrabajo y prohíba directamente el tenerse que levantar para realizar la labor diaria. Así si que mejoraríamos nuestra calidad de vida y el planeta cantaría alabanzas de amor para su salvadora….

Realmente no sé si es mejor reír o llorar ante las ocurrencias ministeriales.

El mensaje más dañino: no es bueno trabajar

No deja de ser curioso que el proyecto de reducción de jornada se haya consensuado solamente con los sindicatos (UGT y CC.OO.), y para nada se ha tenido en cuenta la opinión de los que van a pagar la fiesta. Y que no es la gran empresa, sino la pequeña y los autónomos. Porque además en el proyecto se incluyen otras medidas que complican mucho más a la empresa.

Sin embargo, lo peor de este acuerdo no son los costes económicos directos que ocasionarán cuando se implante, ni tampoco el hecho de que no haya existido un acuerdo con los que tendrán que pagar las nóminas. Lo peor es el mensaje dañino que el ministerio de Notrabajo lanza para todos los ciudadanos y más en concreto para que tomen nota los jóvenes: que trabajar es malo; que no trabajar nos mejora la vida; que el trabajo perjudica al planeta.

Desde que tengo uso de razón siempre había oído que el progreso y la mejora de la vida se generaba laborando. Que el esfuerzo y el sacrificio rendía satisfacciones. Que el trabajo dignificaba. El orgullo de poder afirmar que lo que “como me lo gano con el lomo”. Incluso los partidos en los que ha militado la ministra y los sindicalistas antaño tenían en su definición defender a los “trabajadores”, es decir al que trabaja, y, en los países que triunfaban no se les exigía menos que en los países capitalistas.

¿A quién beneficia?

De entrada, este demagógico proyecto tendrá unos claros beneficiados: los asalariados que no pierdan su puesto de trabajo y que ahora estén cumpliendo con la jornada de 40 horas. Evidentemente Sumar, PSOE y los sindicatos creen que con este acuerdo podrán mantener su clientela que ya les estaba abandonando. No sé si lo conseguirán

Otros beneficiados serán las grandes empresas. ¿Si en serio, me preguntarán algunos? Por supuesto que sí. Muchas de ellas ya tienen implementadas reducciones de jornada y tampoco les afecta las subidas del salario mínimo interprofesional. ¿Dónde está su ventaja?: en las dificultades que padecerán las pequeñas empresas y los autónomos, eliminando competencia.

¿Y quiénes serán los perjudicados?

Pues, evidentemente, los pequeños empresarios y autónomos. Padecerán mayores costes y no siempre podrán repercutir en el precio. Y si consiguen añadirlo, la inflación subirá, y el efecto benefactor para los asalariados se perderá (¿en serio mejorará eso la vida?). Y ante tanta burocracia y trabas legales y económicas, el tejido empresarial tradicional, de pymes y autónomos irá desapareciendo (de hecho, estas normas se convertirán en unas más para favorecer este proceso).

Pero lo peor, insisto, está por llegar. Lo peor no son ya los costes económicos sino los costes morales del planteamiento político. Lo peor no es que se trabajen más o menos horas (que ya vemos que también tienen beneficiarios). Lo peor es el mensaje que ya va calando de que es mejor vivir sin trabajar o trabajando lo menos que se pueda. Lo peor es el mensaje que desbarata las ilusiones de otras épocas en las que creíamos que vivir mejor se alcanzaba gracias al trabajo y al esfuerzo personal.

Lejos quedan las enseñanzas que recibí cuando joven de “recordar que el estudio y el trabajo constituyen mi aportación personal a la empresa común”.