La cultura del prohibicionismo en Cataluña empezó con la tauromaquia, sigue con los apartamentos turísticos, la ampliación del aeropuerto del Prat y va a acabar cargándose el turismo y todo lo que huela a prosperidad

Se cumplen 13 años de la última corrida de toros en Barcelona

Juan Mora, José Tomás, el catalán Serafín Marín y seis toros bravos de El Pilar fueron los protagonistas de la última corrida en Barcelona hasta Dios sabe cuándo. Los tres toreros salieron por la Puerta Grande, y los espectadores sabían que esa aupada a hombros iba a ser el punto y final a toda gloria y derrota vivida en uno de los ruedos más grandes de España.

Cartel de la corrida del 25-09-2011 en la Plaza Monumental de Barcelona pintado por Miguel Barceló

Una gran pancarta en la que se podía leer “Llibertat per a la nostra cultura” acompañaba a los toreros en su recorrido triunfal. “Llibertat”, esa virtud de las sociedades prósperas que tantos significados ha tenido durante la historia reciente de Cataluña, y que ese día fue arrebatada de todos los aficionados taurinos catalanes y del conjunto de España. Porque, tal y como se dijo en el Parlament el día de la abolición, ese era el problema real, que los toros “huelen a España”.

Sin embargo, este asunto va más allá de la pena y la rabia que el mundo taurino sintió aquel 25 de septiembre. Este no es más que un ejemplo de la cultura prohibicionista que el independentismo y el socialcomunismo catalán han ido instaurando durante décadas, en las cuales Cataluña se ha convertido en una región menos rica, próspera, atractiva y libre.

Desde las instituciones se lleva años trabajando por el decrecimiento económico de Cataluña. Sin ir más lejos, este verano el Consistorio de Barcelona anunció que no daría más licencias para apartamentos turísticos ni renovará las vigentes, dado que su objetivo es eliminarlos todos antes de 2029. El número de inmuebles para uso turístico en la ciudad condal asciende a 10.101. Según elEconomista, esta medida del Ayuntamiento supondrá unas pérdidas de 1.555 millones de euros para la ciudad.

El turismo representa el 14% del empleo de Cataluña, pero eso no parece importar a los gobernantes de la comunidad, fieles seguidores de la “lógica” woke que está en contra de la recepción de visitantes. En este sentido, aunque Barcelona tenga el cuarto puerto más importante del mundo tras los tres de Miami, el actual Ayuntamiento socialista prometió que limitaría el número de visitantes a los que se permitiría entrar a la ciudad por mar. “Que cada año crezca el número de visitantes un 9% no es asumible por la ciudad”, afirmó el teniente de alcalde como si tal dato fuera aterrador.

Cataluña prohíbe sin límites bajo la excusa de que hay que cuidar el medioambiente y el día a día de los catalanes. Por eso, en 2021, tras una manifestación a la que acudieron 10.000 personas para protestar contra la ampliación del aeropuerto de El Prat, el Gobierno y Aena acordaron aparcarla hasta cinco años después, es decir, que se volverá a hablar del tema en 2026. Una de las preocupaciones del ejecutivo regional es que con la ampliación del Josep Tarradellas la vida de las aves se vea afectada…

Y es que este tema no es baladí. La cultura de las prohibiciones a mansalva ha provocado un adelanto electoral en Cataluña este mismo año. El “no” de los Comuns a la construcción de un macrohotel Hard Rock en Tarragona terminó paralizando el proyecto, que lleva 12 años en standby, y condujo a Cataluña a las urnas.

José Tomás en la Monumental de Barcelona en la última tarde de Toros

Hace menos de un año, el Parlament rechazó construir líneas de alta tensión entre Cataluña y Aragón porque “trincharían el territorio”. El año pasado Cataluña tuvo la oportunidad de optar a unos Juegos Olímpicos de Invierno. Aragonés terminó echando para atrás la candidatura y puso al cambio climático y la sequía como excusa. Y podríamos seguir hasta agotar caracteres.

Estas situaciones son las que han conducido a Barcelona y Cataluña a unos niveles de irrelevancia que jamás hubiéramos podido imaginar tras las olimpiadas del 92. Es oficial que el Bernabéu será la sede de la final del Mundial de 2030 por delante del Camp Nou. Por otro lado, el anuncio del GP de Madrid en F1 pone en duda la continuidad del de Montmeló.

Esta cultura del “no a todo” que lleva décadas en acción no solo ha privado a Barcelona de ver al mejor Roca Rey, al revelador Borja Jiménez o la despedida de Enrique Ponce, por ejemplo. El prohibicionismo de Cataluña supera ya lo ideológico, es algo profundo que roza lo cultural. Y, de nuevo, la tauromaquia sirve de ejemplo: en Bilbao, Pamplona y San Sebastián, gobernadas por el PNV y Bildu, sigue habiendo toros en sus “semanas grandes”.

Pronto los turistas no querrán viajar a una ciudad, Barcelona, donde para parte de la población local no son bienvenidos. No querrán viajar a un lugar cuyo aeropuerto está abarrotado, cuyas autopistas están colapsadas y donde el turismo, músculo imprescindible en el territorio, cada vez importa menos a los gobernantes. Pronto nadie se acordará de lo que fue Cataluña, porque tantos años de vender humo y dar la espalda a cualquier posibilidad de crecimiento habrán sido la sepultura de la que un día fue la capital de Europa.