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La buena gente madruga, trabaja, saca adelante con mucho esfuerzo a sus familias y en sus ratos libres se divierte, cada uno en la medida de sus posibilidades. Como decía el poeta: donde hay vino beben vino y cuando no lo hay, beben agua fresca. Bravo por ellos.
Para equilibrar sus políticos, salvo alguna excepción, mayormente se dedican a preservarse en sus cargos, y el maestro de tal afán es su presidente; y sin sonrojo ni vergüenza alguna son capaces de dejar avanzar una legislatura sin aprobar leyes que resuelvan los verdaderos problemas y preocupaciones de los ciudadanos. Sin comentarios.
Cuando alguna de las personas que integran el conjunto de estas buenas gentes está frente un Juez, muestran respeto ante los que imparten justicia y cuando el Juez les formula una pregunta, contestan con sinceridad y humildad siguiendo al pie de la letra las indicaciones de su abogado y siempre, salvo por despiste, finalizan sus respuestas con un respetuoso “Señoría”. Bravo por ellos.
Los políticos, aforados ellos por formar parte del cargo, critican sin limitación a los jueces y alguno hasta cuestiona su imparcialidad e incluso han llegado al insulto, la separación de poderes se la pasan por donde cuelga y no suena, se las trae al pairo. Su presidente por ejemplo delante de un Juez ni siquiera al saludar acompaña sus buenos días con un “Señoría”, él está por encima del bien y del mal, contesta seco y cortante a las tres primeras preguntas, y en su siguiente intervención cuando ha sido informado por el Juez de su derecho a no declarar, sin que el Juez mencione artículo alguno, impostado y aparentando control, responde “Señoría, me acojo a la dispensa del artículo 416”. Sin indicar que norma lo recoge, como si todos los días se comiera un par de estas comparecencias por la mañana y otro par por la tarde, y además estuviera hablando entre colegas donde bastan y sobran algunas referencias; y claro vista la suficiencia que se gasta, me pregunto ¿Sabe también lo que dicen los artículos 415 y 417? O como la mayoría de la buena gente no tiene ni idea y el artículo 416 lo ha conocido por vez primera en su vida veinticuatro horas antes. Sin comentarios.
Al preguntar a la gente buena esta te responde de manera concreta, ciñéndose a la pregunta, rara vez se va por las ramas o los cerros de Úbeda y la respuesta es clara; y si no lo es del todo se repregunta y con la posterior aclaración quedan resuelta todas las dudas. Bravo por ellos.
A los políticos, y el presidente es el primero que muchas veces lo hace, cuando les preguntan tienen la costumbre al responder de marear la perdiz y dar rienda suelta a su habitual vacía palabrería e insultar al partido contrario, para tras unas pocas frases perder el hilo del tema y ser incapaces de recomponer un discurso lógico y coherente con el contenido de la pregunta. Sin comentarios.
La gente buena asume sus compromisos, en primer lugar, porque sabe que es lo propio de la gente buena; en segundo lugar, porque es incapaz de causar perjuicios, no le cabe en la cabeza ir de otra manera por el mundo. Además, el sistema está pensado para que haya consecuencias si decepcionan o defraudan, y lo asumen porque no temen pagar sus cuentas. Bravo por ellos.
El político practica con denuedo aquello de “donde dije digo, digo Diego”; incumple sin pudor, engaña y miente; y en el colmo del descaro, ahí tenemos al presidente de tan cercano país, lo llama cambiar de opinión; o lo que ya es el colmo, se tiene que oír en boca de uno de sus acólitos exponer con absoluta desvergüenza que eso lo dijo cuando no era presidente y por tanto no es de recibo exigirle el cumplimento cuando ya lo es, que se debe entender que el panorama ha cambiado y mucho. Sin comentarios.
Y la paradoja la tenemos en que, a esta caterva de políticos patéticos y penosos, los elegimos entre todos con nuestro voto, también por supuesto con la participación del voto de la gente buena. Sin comentarios.