¿De dónde vienen los problemas? ¿Hay soluciones?
Desde mi punto de vista, todo empieza con los docentes, el pilar básico y... el más olvidado. Es verdaderamente preocupante el agotamiento físico y mental de los educadores, que ven cómo se les exige más cada curso, sumidos en burocracia, resolviendo diariamente y sin apoyo las indisciplinas del alumnado y soportando las críticas injustificadas de las familias. Está claro que sin un reconocimiento a su tarea educativa no se puede avanzar.
Actualmente, la principal labor de un centro escolar —que es ENSEÑAR, no lo olvidemos— comporta una dificultad enorme, y esto lo sabe cualquiera que se acerque a una escuela o instituto.
Si buscamos las razones de esta dificultad, las encontraremos en: el desinterés por aprender del alumnado, el desprestigio social de los docentes, objeto de todo tipo de críticas; la pérdida del valor del esfuerzo y la disciplina; el descrédito de los contenidos y de la memoria para retenerlos; las actitudes disruptivas cada vez más frecuentes de los estudiantes; la falta de apoyo de las familias a los docentes; y el decreto de escuela inclusiva, que no se acompaña de los recursos necesarios.
No debemos eludir nuestra parte de responsabilidad como docentes, pues en su mayoría aceptamos sin ninguna crítica todas las imposiciones, incluidas las políticas, que llevaron a la educación, al menos en la escuela catalana que conozco, hacia el destino que ahora tenemos.
Cataluña y el exceso de radicalización e imposición
En Cataluña, en concreto, ha hecho mucho daño la excesiva voluntad de transformación educativa y la radicalización al imponerla. Siempre hemos dicho que la educación requiere estabilidad y planificación para obtener buenos resultados. Los continuos cambios de rumbo, con imposición de currículos y metodologías, junto con la irrupción exagerada de la informática y los medios audiovisuales, han provocado un caos pedagógico que ha desprestigiado el esfuerzo y el estudio.
El olvido intencionado de los libros (valorados únicamente el día de Sant Jordi), el abandono de las bibliotecas y de la lectura y escritura sistemáticas mediante metodologías de eficacia probada, han llevado a que, en el caso concreto de la comprensión lectora, la redacción y la ortografía, los indicadores muestren señales de alarma.
Además, la libertad a la hora de aplicar el currículo aumenta las diferencias entre los conocimientos del alumnado de distintas partes del territorio. Adaptar los currículos a cada comunidad autónoma, a cada zona, a cada centro escolar y a cada alumno resulta en una nivelación hacia abajo... y así nos va.
A esto hay que añadir la competición entre centros escolares por atraer matrículas, fruto de la autonomía máxima de los centros, que les ha llevado a idear proyectos que, aunque "ultramodernos" en apariencia, ofrecen escaso aprendizaje profundo. Al final, los centros se convierten en lugares donde el alumnado se distrae más que en sitios de formación.
Pero todavía hay más motivos
Cualquier sistema educativo necesita, en primer lugar, estabilidad y recursos ajustados a las necesidades. Con las políticas educativas del Departament d’Educació de la Generalitat Catalana y del Ministerio de Educación, no hay perspectivas de mejora, más bien al contrario.
En cuanto a la financiación, aunque cada año anuncien que aumentan el presupuesto en educación, este está muy lejos de lo que marca la LEC (un 6% del PIB, frente a un escaso 2,5% invertido actualmente). Las ratios son excesivas en muchas partes de Cataluña. El decreto de escuela inclusiva es otro ejemplo de infrafinanciación: los centros cuentan con muchísimos alumnos con necesidades educativas especiales, pero pocos o ningún recurso para atenderlos. En contraste, se dedican recursos europeos a proyectos tecnológicos que no deberían ser prioritarios.
Respecto a la estabilidad, a menudo el Departament y el Ministerio la dinamitan con cambios repentinos que afectan a los verdaderos protagonistas de la enseñanza: los maestros y profesores, a quienes nunca se consulta. Ejemplos de ello son los cambios en el calendario escolar, el currículo y, sobre todo, los cambios impuestos en la metodología y la evaluación. Estos últimos se justifican con las piruetas mentales de ciertos pedagogos de moda que nunca han pisado un aula y no dudan en experimentar sus ideas novedosas en varias generaciones de ciudadanos.
¿Es normal tener ocho leyes educativas en solo 44 años?
La aprobación de la LOMLOE, la Ley Orgánica 3/2020 que modificó la Ley Orgánica 2/2006 de Educación (LOE), supuso la octava ley educativa consecutiva. Esto debería hacernos reflexionar.
Que un país haya tenido ocho leyes educativas en un periodo breve en términos educativos (todas impuestas por las fuerzas políticas mayoritarias con claras intenciones ideológicas, sin tener en cuenta la opinión de los educadores de base) y unos resultados tan mediocres en determinados estándares internacionales, muestra que es un país que está perdiendo la batalla del futuro.
Aunque es cierto que se ha universalizado la escolarización de los 0 a los 18 años y la gratuidad de los 3 a los 16 años, no lo es menos que esta ampliación de la escolarización no ha venido acompañada de una mejora en los resultados, ni en la calidad de la educación en nuestros centros, ni en la preparación de nuestros alumnos, ni en su incorporación al mundo laboral. Seguimos teniendo una tasa de desempleo elevadísima entre los jóvenes.
Es necesario decir basta con contundencia. Hay que situar la educación como el principal objetivo del país si todos admitimos que es el futuro. ¿Qué futuro tendremos si no le dedicamos toda la atención, recursos y seriedad que necesita?