En mi época de formación juvenil daban mis mentores una gran importancia al servicio a los demás. Tanto era así que consideraban que el auténtico valor de las personas no se hallaba en su capacidades económicas, artísticas, deportivas, científicas…. Ni siquiera en el talento personal o en su conducta bondadosa, sino en la capacidad de darse a las personas, en su vocación de servicio.
A veces a uno le surgen las dudas de si, hoy en día, perdura esa idea, cuando ves que se forman tantas agrupaciones para “defender los intereses de…”, o las últimas actuaciones de muchos políticos y sindicalistas. Pero si observamos con atención, seguramente alejados de lo que escriben los medios o de lo que corre por las redes sociales, podremos ver que no hay nada perdido. La tragedia de Valencia nos ha hecho conocer las dos caras de los seres humanos: una horrible que no voy a comentar en esta sección, pero otra maravillosa, cuando jóvenes de toda España se han agrupado para dar su apoyo de forma absolutamente desinteresada a las víctimas de la gota fría.
Como uno creció en Granollers, y en esta ciudad también ha conocido grandes personas, habitualmente anónimas, que han vivido con esa idea de arrojo y de servicio, a menudo incluso sin ser conscientes de ello, quiero hablar de tres de ellas, miembros de tres generaciones distintas de vallesanos. A las tres he tenido la satisfacción de conocerlas, aunque desgraciadamente dos de ellas ya fallecieron.
Francesc Campaña
Precisamente, en estos días, la noticia del óbito de Francesc Campaña, ha llenado de dolor el alma de muchos granollerenses. Nuestros lectores ya han conocido su trayectoria a través de nuestra publicación. Se incorporó a la guardia urbana cuando Llobet era alcalde, el socialista Ballús le encargó la dirección de la policía municipal, y siguió trabajando desde ese puesto bajo mandatos de socialistas y de convergentes. Lo normal es que quien ocupa este cargo, se vaya rodeando de enemigos, y no; todo lo contrario. Nunca oí una queja de su labor por parte de nadie.
Probablemente ha sido el alto funcionario, incluyendo a todos los políticos, mejor valorado en nuestro municipio. ¿Su secreto? Sin duda alguna lo afirmaré: su espíritu de servicio, su amor a Granollers y a sus ciudadanos; su convencimiento personal de que su valor se debía medir por su capacidad de hacer, dentro de sus atribuciones, que los granollerenses viviéramos en una ciudad mejor.
Nuria Sánchez Lafuente
Asistí recientemente a su boda. Se trata de una mujer granollerense, hija de una querida profesora de nuestro Instituto de Bachillerato, Gloria Lafuente, y que yo afirmé ya hace algún tiempo que era la personificación del lema “vale quien sirve” de la organización juvenil a la que siempre ha servido.
Su afán le llevó a graduarse como Asistenta Social, trabajando sin ingresos en multitud de actividades sociales, en agradables campamentos infantiles y juveniles, pero también viviendo terribles situaciones en los barrios más degradados de Cataluña, como en Can Tunis.
Un día, su inquietud le llevó a El Salvador, un pequeño país hermano que vivía una situación de gran violencia, y que, además, le asoló una gran tormenta que acarreó graves inundaciones. Pronto comprendió que allí estaba su sitio, con la gente humilde, y allí encontró también a su amor, Andrés, con el que desposó hace unos días en el Pla de Sant Tirs. Allí se reunió con amigos procedentes de toda España, que comparten con ella sus mismos valores. Y desde allí marcha de nuevo a las Américas, no para enriquecerse, sino para establecer allí su residencia, para vivir, como alguien afirmó, con su compañero de casa y de causa.
Jaume Viñallonga
Y perdónenme mis pacientes lectores que termine citando a mi padre. Evidentemente me arrastra mi pasión filial que no puedo ni quiero ocultar. Pero sin duda creo que merece que quienes le conocimos distraigamos unos minutos de nuestras vidas para su recuerdo. Un compañero de colegio me dijo no hace demasiado tiempo que le hubiera gustado tener un padre como el mío. Y es que alguien que practicaba el pluriempleo para mantener a sus cinco hijos, se fuera a las siete de la mañana a entrenar a un equipo de balonmano alevín del colegio Pereantón en un descampado, díganme si no merece atención.
No es muy conocido que, teniendo participaciones de lotería de un número, una vez sorteado y a sabiendas de haber obtenido un jugoso premio, en lugar de quedarse el talonario que todavía obraba en su poder fue a venderlo a personas que consideró que lo necesitaban.
Un día, trabajando en el Sindicato de la época recibió el encargo de crear una asociación de veteranos del trabajo, es decir de jubilados. Y, ¡caramba cómo cumplió con su cometido! No se limitó a realizar manifestaciones reivindicativas, sino que además se puso manos a la obra, creando su ASVAT, en el que se reunieron miles de personas, en jornadas festivas. No existía el Imserso como se conoce ahora, pero fui testigo como Montserrat se llenaba de veteranos con 60 autocares procedentes de toda nuestra comarca. Vi como nuestros mayores gozaban de unas actividades que en su juventud no habrían podido soñar. Si al principio fue un encargo profesional, su casi inmediata jubilación le hizo dedicarse plenamente, ahora ya gratis et amore, costándole dinero de su bolsillo -les aseguro que sus familiares lo vivimos y en alguna ocasión también lo sufrimos-.
He citado tres personas, en representación de muchas otras. Tanto en las épocas de bonanza, como en las más tortuosas, siempre habrá quienes, con vocación de servicio, harán una sociedad mejor