Por eso me cuesta hacer leña del árbol caído, como se suele decir, con esto de que el tal Víctor de Aldama haya tirado recientemente de la manta acusando diestro y siniestro a otros de colaborar con él en aquello que ya no niega de sí mismo: haber cometido delitos graves en cuestiones de dineros públicos. Que ese tirar de la manta sea implicar nada menos que a todo un Presidente del Gobierno y a varios de sus ministros es una invitación irrechazable a pedir cabezas, dimisiones, elecciones, y hasta excomuniones si se tercia. En la batalla política se dan pocas oportunidades como esta para poder darse el digno golpe de pecho al grito de ¡hasta aquí podíamos llegar!
Poco han tardado las reacciones desde la oposición, PP y Vox. Al segundo, que niega desde el principio incluso la legitimidad democrática del Gobierno, poco le quedaba ya por reclamar con el listón tan alto. Seguramente tendrán que tirar por lo de la excomunión que les decía y la condenación eterna, porque más allá … El primero sí que ha se ha ofrecido solemnemente, por boca de Núñez Feijóo y pese a la aparente falta de seriedad que le da el haberse quitado las gafas, a promover una moción de censura aun a sabiendas de que los números no dan. Y si cree el gallego que de verdad va a conseguir los votos de nadie que no sea Vox, y si acaso algún día del electorado, demuestra lamentablemente una bisoñez extrema, además de despertar, créanme, cierta piedad por esa imagen tan de frustración de ir haciendo siempre las mismas cuentas para no llegar a ningún resultado.
Pero, como digo, desde mis alarmas jurídicas que me saltan cada vez que me quiero posicionar en un tema de actualidad política, lo que se me pasa ahora por la cabeza es si tiene que dimitir un Presidente de Gobierno por lo que, posiblemente, es una estrategia procesal de quien, desesperado en prisión preventiva, dirá lo que haga falta para atenuar lo que él y su abogado empiezan a ver como ineludible: una condena a muchos años de prisión.
Miren, el abogado de Aldama es cualquier cosa menos inexperto, y si no ve visos de poder defender la presunción de inocencia de su cliente, lo que le aconseja ya, que para mañana es tarde, es que la líe parda. Que haga todo el ruido posible con lo mínimo que pueda demostrar. Y que, además, lo haga dosificando las cargas de profundidad de que disponga, para ir dejándolas caer sobre cada respuesta que reciba desde enfrente. Implicar en varios y graves delitos a prácticamente todo un Gobierno de España y a un partido político como el PSOE requiere una de dos cosas: tener realmente algo razonablemente creíble con lo que demostrar lo que se dice y mantener el tipo, o ser un temerario absoluto con una imaginación de campeonato. Si es una cosa u otra lo veremos en los próximos días o semanas, que se avecinan interesantes, una vez que el caballero ya disfruta de la libertad provisional. Ahora le toca mover ficha a la Fiscalía Anticorrupción y a los jueces instructores decidiendo a quién colocan en su punto de mira.
En un modelo de sociedad donde todos conociéramos y asumiéramos lo que significa realmente la presunción de inocencia, y sin interferencias de eso que hemos dado en llamar “responsabilidad política” para poder tirarnos los trastos unos a la cabeza de otros señalando en el de enfrente lo que nos negamos a ver en el de al lado nuestro, los españoles no habríamos sentido más que un ligero estremecimiento al conocer las declaraciones en modo ventilador de Aldama. Porque simplemente esperaríamos a que un juez se pronunciase en una sentencia sobre lo que solo un juez puede pronunciarse. Es lo que exigiríamos que se hiciera con nosotros en un trance semejante, aunque se tratara de una multa de tráfico. Y hasta ahí, pues eso: inquietud por lo que será y poco más.
Pero hoy ya se ha juzgado que este Gobierno es culpable y debe caer. Y si no es culpable aún por sentencia, debe venirse abajo porque un tipo que está en una celda cuenta lo que cuenta y eso basta. Basta, obviamente, para quien no comulgue con el Gobierno…
Pues ahí, fíjense, se me enciende a mí la bombillita y no puedo mantener lo de Sánchez dimisión porque Aldama haya entonado La Traviata.
Pero sí les diré una cosa: este Gobierno no puede durar un minuto más. Pero no porque un personaje como Aldama haya decidido contar su historia, que no sabemos si será la historia hasta que se investigue y se juzgue. No puede durar porque alguien así no tiene cabida en la escena pública e institucional, y lo que sí es cierto, y parece demostrado, es que nuestro conseguidor del momento se ha movido como pez en el agua por despachos oficiales de la mano de todos aquellos a los que ahora señala como sus compinches. Que es posible que no lo sean en la medida que él dice, pero que sí le han abierto puertas, le han puesto alfombras, y hasta le han encargado gestiones varias. Y que a un individuo así se le haya dado carta blanca desde aquellos despachos, con la conversaciones de WhatsApp que ya conocemos, y con la documentación que obra en la investigación, para mediar en adquisición de mascarillas en el peor momento de la Covid-19, para organizar visitas a España de mandatarios venezolanos con acceso restringido en territorio europeo, o para servir de intermediario en rescates millonarios de empresas aéreas o con empresas investigadas en un gran fraude fiscal en la comercialización de hidrocarburos, sí que indigna y es preocupante.
Preocupante porque demuestra que nada ha cambiado desde aquellas corrupciones sucesivas con los gobiernos del PSOE y los posteriores del PP, y ahora, de nuevo, del primero porque le toca el turno. Lo mismo, igualito, que con los gobiernos nacionalistas donde lo han sido, que a algún partido incluso le costó tener que cambiar de nombre.
Y por eso, repito: las pruebas aparecerán o no. Y si aparecen, habrá que verlas y decidir por quien le corresponde sobre quién ha hecho qué. Pero hoy, en este momento, lo que es inadmisible es que la ciudadanía venga a constatar, una vez más, que los listillos de siempre, los Aldamas de toda la vida, han estado de nuevo campando por las instituciones, por nuestras instituciones, a su antojo y en su solo beneficio, manejando a algunos políticos como peleles. Y que lo han podido hacer porque esos políticos que ocupan esas instituciones son tan listillos como ellos. O tan tontos como para que los engañen. Pero en ambos casos, listos o tontos, inútiles absolutos para gobernar un país.
Y por inútiles acreditados, al menos, sí tienen que marcharse. Pero ya mismo. Ahí, fíjense, no se me enciende lucecita alguna.