En la semana en que el Espanyol ha cumplido 124 años de vida, siempre a contracorriente y entre angustia y también mucha gloria, se enfrenta a un Fútbol Club Barcelona, eterno rival, en un gran estado de forma. A estas alturas nadie da un duro por el Espanyol, que viene de perder 4-1 en San Mamés y 0-2 ante el Sevilla. Por otro lado, los culés llegan a este derbi, que para más inri jugarán en casa, tras propinarle un contundente 4-1 al Bayern y un 0-4 al Madrid. El Barça aplasta y el Espanyol es aplastado. De todas maneras, los blanquiazules tienen razones para, por lo menos, tener fe en este derbi.
En primer lugar, el Espanyol tiene la obligación moral de luchar y confiar en este partido. Haber vuelto a Primera le permite volver a enfrentarse a su máximo enemigo, y desperdiciar tal ocasión por la dificultad del reto sería cuanto menos ingenuo. Además, volver a jugar un derbi significa una nueva oportunidad para demostrar que el Espanyol es mucho más que la ninguneada y despreciada imagen del club perico que día sí y día también medios, instituciones y personalidades de aquello que el expresidente Collet llamaba el “nacionalbarcelonismo” se encargan de construir.
El día en que los periquitos, equipo y afición, no lleguen a un derbi con ganas de hacerse valer y contestar, con fútbol y dignidad, a todo aquello que le llueve durante el año -desde el “hay clubes a los que se les muere un jugador y van de funeral cada semana” hasta los tweets de la televisión pública catalana celebrando los goles del rival del Espanyol con excesiva y premeditada euforia- será síntoma de que algo muy profundo está roto en el club blanquiazul.
Según el Centre d’Estudis d’Opinió, tan solo el 3,1% de los catalanes son del Espanyol frente a un 75,4% de culés (y la cifra de merengues casi cuadruplica a la de pericos). Por tanto, al tratarse del derbi más desigual de todos los grandes de España (el sevillano, madrileño, asturiano e incluso el valenciano están mucho más parejos), ¿qué mejor ocasión para demostrar capacidad de resiliencia y que, pese a la diferencia entre ambos clubes, el Espanyol merece respeto?
Por otro lado, además de las morales, los periquitos también tienen razones deportivas para creer que puntuar en este derbi es posible. Y aquí hay que hacer alusión al pasado. Porque el Espanyol, en los últimos tiempos, cuanto peor ha estado, mejor lo ha hecho ante sus vecinos. Sin ir más lejos, en la temporada del último descenso, el Espanyol sacó un punto del Camp Nou tras doce años sin hacerlo. Ese Barça terminó la Liga como líder y diez puntos por encima del segundo. En el descenso anterior, se rascó otro punto en el último minuto en Cornellà gracias a un gol de Wu Lei. Ese Espanyol descendió con unos paupérrimos 25 puntos. Y echando la vista todavía más atrás, es imprescindible hablar del ya conocidísimo “De la Peñazo”. En 2009, ante el todopoderoso Barcelona de Guardiola, un Espanyol colista y en estado crítico protagonizó una victoria en el Camp Nou que, a día de hoy, sigue siendo la última de los blanquiazules en la casa de los culés.
El Espanyol tiene más bien poco que perder en este encuentro, porque está a años luz del presupuesto, magnitud y del fútbol del Barça. Tal vez eso sea lo que, si se repasan encuentros pasados, ha llevado a los periquitos a sacar buenos resultados ante su eterno rival cuando la situación deportiva era deplorable. La realidad de este club es la que es y no parece que este año vaya a ser mucho más fácil que los anteriores. Pero si algo caracteriza al Espanyol es que siempre se crece ante las adversidades, y haber ascendido a la primera siempre que se ha bajado a Segunda es una de las muchas pruebas de ello.
No olvidemos que el club blanquiazul protagonizó el año pasado -en Ipurúa- la remontada más rápida de la historia del fútbol profesional de nuestro país. Entonces, esto es el Espanyol y todo puede pasar. Un derbi es la oportunidad perfecta para demostrarle al mundo la veracidad del dicho que afirma que “no hay nada más barcelonés que el Espanyol”. Que todo el mundo tenga un atisbo de esperanza, porque la defensa de aquello en que tanto creemos lo merece.