A mi conveniencia

Sin declararlo, claro, estas son las verdaderas intenciones de dos mandatarios políticos que estos días están en el candelero de la actualidad. Por una parte tenemos al omnipresente en las cadenas televisivas de todo el mundo, el sr. Trump. Ante todos los medios de comunicación creó una nueva "diada": el día de la Liberación. Donde impuso aranceles tributarios a todas las exportaciones de países foráneos al suyo.

De esta manera Trump se ha convertido en el paladín del proteccionismo económico en el país anglosajón que teóricamente siempre ha defendido el libre comercio. Y digo teóricamente porque realmente siempre han jugado con las cartas marcadas y con un doble rasero. Los países hispanoamericanos aún hoy están pagando la deuda de confiar en Inglaterra y las colonias americanas (antes de ser EE. UU.) que los inflaron de esas ideas liberales para destruir su conexión con la madre patria española.

Por ejemplo, México pagó caro confiar en los "amigos anglosajones" con la pérdida de casi la mitad de su territorio (California, Nuevo México, Arizona, Texas, Nevada, Utah, y parte de Colorado y Wyoming), aunque últimamente y de forma incomprensible culpan a España de todos sus males. Como para fiarse de los anglosajones... Que se preparen los daneses y los palestinos si los americanos consiguen clavar sus garras en Groenlandia y Gaza.

Pues bien, resulta que Trump impone aranceles a todo el mundo y carga tintas contra su competidor más firme como es China. Le llega a colocar un 145% a todos sus productos, pero cuando sus amigos y colaboradores más cercanos (la compañía de la manzana mordida y otras) comienzan a perder dinero porque ellos producen el 90% en China, le recuerdan al presidente que ellos avalaron su campaña electoral con millonarias aportaciones. Entonces Trump recula y deja exentas de aranceles todas las importaciones de chips, teléfonos y ordenadores.

¡Qué casualidad! O sea, hago la ley a mi conveniencia y a la de mis amiguitos. Del lema "América primero" paso en un tris al de "Yo y mis amiguitos primero". Su política ha desconcertado al mundo financiero y la Bolsa se ha hundido. Tampoco ha conseguido una bajada de los tipos en su país. Y los americanos comienzan a preguntarse por qué su cesta de la compra es cada día más cara. Pero Trump continúa con sus "reformas" como si fuera Luis XIV, el rey sol, con un despotismo absoluto y descarado.

El segundo personaje que ha tirado estos días del título de este artículo, evidentemente sin decirlo, es nuestro expresidente Carles Puigdemont. Ha disfrazado su frustración por no ser amnistiado por el delito de malversación como él querría, con un ataque furibundo al actual Presidente de la Generalitat, Salvador Illa. Con ironía le dice que "esta es la normalidad que nos venden" en referencia a las palabras del actual Presidente cuando se refiere a la Cataluña post proceso.

No se da cuenta el expresidente (al cual aún pagamos sueldos la ciudadanía) que atacando al poder ejecutivo sobre decisiones judiciales está confirmando su poca ética democrática. Seguro que si él fuera Presidente no permitiría que los jueces tuvieran independencia de acción.

O sea: acomodaría las leyes y su aplicación a su conveniencia, como quiere hacer el Gobierno Español controlando el Tribunal Constitucional y ahora pidiendo al Supremo a través de la Fiscalía del Estado que ha presentado recursos de apelación, la aplicación de la amnistía a Puigdemont. De nuevo vemos cómo los poderosos hacen las leyes a su conveniencia y a la de sus "amiguitos".

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