Pero no sólo porque logró sacar un punto (para mí que perdió otro) y mantener esa diferencia de 3 puntos en la tabla clasificatoria ante los vallesanos si no porque demostró que es un muy buen conjunto de balonmano. Rocoso en defensa, rallando a agresivo, y con los mimbres suficientes para conseguir goles gracias a rotaciones continuas y/o penetraciones en seis/siete metros de todas sus líneas ofensivas: laterales, centrales, pívot y extremos.
Precisamente esa fue la gran diferencia entre ambos conjuntos. Los de Rama sufrieron mucho en defensa, demasiado. Pero más sufrieron en ataque. De hecho, jugaron todo el partido con jugadas basadas en los centrales, en el pase al pívot (excelente como siempre Montoya), en las penetraciones de los lanzadores, pero sin estrategia definida y con muy pocas oportunidades para los extremos. De hecho, en las pocas oportunidades que los extremos catalanes consiguieron que les llegara el balón y tener ocasión de marcar, acabaron fallando (o casi) por falta de actividad (tensión y costumbre) y metieron escasísimos goles.
Deumal, por poner un ejemplo, un hombre que venía de hacer grandes partidos, lanzó una sola vez y falló. Sergi Franco no lanzó ni una sola vez. Pablo Guijarro metió un gol y no fue desde el extremo y Pablo Urdangarín metió un solo gol desde el extremo (2 si sumamos un penalti) y falló otros dos por exceso de presión y por no estar con la tensión suficiente, como les ocurrió a sus compañeros. Todo ello restó recursos ofensivos suficientes que supieron aprovechar los de Jacobo Cuétara, entrenador de los cántabros.
Sin embargo, en la primera parte parecía que los de Antonio Rama podrían dominar el partido, a pesar de todo, dado que llegaron a lograr diferencias de hasta 3 goles (minuto 22,35) con el 14-11 logrado por Moyano. Luego vinieron los 2 minutos de exclusión a Oriol Rei, el tiempo muerto del Torrelavega y la remontada tras un parcial de 2-5 y el empate a 16 al descanso. Una primera parte muy igualada en porcentajes de aciertos (57% contra 61%), en paradas de los porteros Roberto (7 de 23) y Calle (7 de 22) con una única diferencia importante: 3 goles de penalti para el Granollers contra 1 sólo del Torrelavega.
En la reanudación continuó la misma tensión en el partido con la diferencia de que quien llevaba la batuta y el tempo del partido fueron los cántabros. Los de Torrelavega estuvieron ¡toda! la segunda parte por delante en el marcador, consiguiendo una máxima diferencia de 4 goles (17-21, m.5,40) y (20-24) cuando aún quedaban 19 minutos para finalizar el encuentro. Su dura, durísima, defensa frenó las acometidas locales mientras los de Rama chocaban una y otra vez contra ella.
El Granollers lo intentó todo, pero hasta que no posicionó a su equipo más rápido y fuerte en defensa combinando un 4-2 y 3-2-1 en ocasiones con presión continua a los lanzadores y central y cuando los jugadores vallesanos se sacrificaron en las ayudas al que defendía al pívot visitante, no consiguió dar sensación de que podía darle la vuelta al marcador.
Estuvieron más de 15 minutos los chicos de Antonio Rama rondando los 2 goles de diferencia, pero no conseguían quedarse a uno solo. Fallos en los pases, malas decisiones arbitrales (por cierto, la pareja de hoy puso de los nervios a los dos equipos por sus continuos errores y falta de criterio ante una misma situación), errores en los lanzamientos de los locales, paradas del portero visitante Calle. Hasta que a falta de 3,30 para el final el Granollers se acerca con el 30-31 y repite con el 31-32 a falta de 2,30.
A partir de ahí, parecía que los cántabros podrían llevarse los dos puntos. Dominaban, luchaban y defendían como leones su portería pero, sobre todo, parecía que se llevaban el partido por el ataque de nervios (Almodóvar hoy estaría feliz redactando guiones para una película de “hombres al borde de un ataque de nervios”) que sufrían los catalanes que, gracias a Dios, fué contagioso. Jakub Prokop pierde la pelota a falta de 1 minuto y 48 segundos. Antonio García lanza fuera a falta de 48 segundos. A falta de 33 segundos tiempo muerto visitante para crear una jugada de pizarra que no les funcionó: lanza Isidoro Martínez desde 9 metros y para Roberto Rodríguez a falta de 14 segundos.
Pero no acaba aún aquí… Antonio Rama pide tiempo muerto (ya solo quedaban 9 segundos) y configura una jugada para 7 jugadores (el portero es sustituido por un jugador de campo) en ataque. Y, mira por dónde, el veterano que estaba llevando una muy mala noche hasta ese momento (sólo 2 goles de 8 lanzamientos en juego hasta ese momento) Antonio García se levanta y coloca un trallazo que se cruza por delante del meta Carlos Calle y consigue empatar el partido a falta de 3 segundos y… ¡se acabó! Empate a 36. Lo que nadie se esperaba y que hizo saltar de júbilo a los jugadores y afición vallesana y llenar de pena y desolación a unos jugadores del Torrelavega que no se creían lo que les había ocurrido y que, obviamente, se fueron hacia Cantabria con la sensación de haber regalado un punto.
A nivel anímico es importante no haber perdido para el Balonmano Granollers, pero también es cierto que a nivel práctico (o matemático) las diferencias se mantienen con el Torrelavega (-3 puntos) y si mañana gana el Ademar al Benidorm se alejaría también de los leoneses. En cualquier caso, parece que el calendario es más benévolo para los de Rama de aquí a navidad y aunque nunca existe rival fácil al menos se enfrenta a equipos menos competitivos que Torrelavega, Ademar o Bidasoa, en las próximas semanas, por lo que debería asegurar esos puntos frente a Cangas de Morrazo y Guadalajara fuera y Nava en casa.
Al menos saber que durante unas semanas (hasta febrero) no vuelve la competición europea debería servir para recuperar física y mentalmente a un equipo que no está preparado para disputar dos partidos de alta tensión cada semana. En esta Liga de los mortales, por lo visto, salen adelante los modestos que no disputan competición europea (Torrelavega) y sufren los que sí (Ademar, Bidasoa o Granollers).