OPINIÓN

El Prat: Cómo Barcelona Pierde su Futuro en 500 Metros

La última comparecencia de Maurici Lucena (actualmente presidente y consejero delegado de AENA) en los Foros de Vanguardia no es más que una confesión pública de la incompetencia institucional que está condenando a Barcelona a la irrelevancia aeroportuaria internacional. Bajo el eufemismo de "estar dispuestos a admitir matices", AENA revela su verdadera estrategia: una ampliación que más parece una rendición.

avión

Lucena presentó un escenario donde las obras del aeropuerto podrían concluir entre 2034 y 2035, lo que traducido significa: Barcelona perderá otros diez años en la carrera de la competitividad internacional. Mientras tanto, Madrid, Alicante, Valencia, Bilbao y Tenerife siguen expandiendo sus infraestructuras aeroportuarias sin complejos.

El coste del proyecto ya supera los 2.000 millones de euros, 300 más de lo inicialmente previsto. Una inversión faraónica para una ampliación que ni siquiera garantiza la extensión completa de 500 metros de la pista, fundamental para operar vuelos de largo radio sin restricciones.

La excusa ambiental de proteger La Ricarda se ha convertido en el escudo perfecto para la parálisis institucional. Resulta paradójico que una zona de protección artificial sea más importante que el futuro económico de Barcelona. Las grandes capitales europeas demuestran constantemente que expansión aeroportuaria y sostenibilidad no son conceptos excluyentes.

Un informe de la Cámara de Comercio ya lo ha cuantificado: la no ampliación podría costar entre 6.000 y 8.000 millones de euros en PIB para 2035. Cada año sin actuar supone perder conexiones intercontinentales, desviar inversiones extranjeras y limitar la capacidad de atracción de eventos internacionales.

La comparativa internacional es demoledora. Mientras Estambul construye un mega-aeropuerto que catapulta su conectividad global, Barcelona sigue debatiendo metros de pista. Singapur, Ámsterdam, París demuestran que un aeropuerto no es un problema administrativo, es la puerta de entrada a la competitividad mundial.

AENA, la Generalitat y el Gobierno central no están simplemente siendo lentos. Están hundiendo deliberadamente el futuro aéreo de Barcelona. No por falta de recursos, sino por absoluta falta de visión y valentía.

Si no son capaces de liderar este proyecto con la ambición que requiere, deberían apartarse y dejar paso a quienes realmente crean en el futuro de esta ciudad. Barcelona no puede ser un decorado de sus propias ambiciones frustradas.

O apostamos por la conectividad, la innovación y el liderazgo internacional, o nos resignamos a ser una nota a pie de página en la historia económica europea. El tiempo apremia. La decisión es ahora.

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